RESPETO Y ORGULLO POR LOS SIMBOLOS PATRIOS
Celebrando un año más de nuestra independencia, exalta nuestro patriotismo y orgullo por nuestros símbolos, pero con un sinsabor y entusiasmos disparejos. Unos repensando en el país, en su crecimiento y en el avance que no se percibe con la misma intensidad en la población, otros festejando la vorágine económica reflejada en el incremento de sus caudales. No hay un sentimiento ni festejo unísono.
La patética escena que hemos podido apreciar, por el “dizque” maltrato a la bandera nacional, refleja el desequilibrado sentimiento patriótico en nuestros ciudadanos y dirigentes. La cucufateria y el escandalete priman y no la razón ni las causas misma del problema. Sin justificar la actitud de la vedet y cantante, tenemos que entender los diversos estilos de manifestar el cariño a los símbolos, sin imponer una forma de respeto que solo a unos les parece adecuado.
Es innegable que todos tenemos el deber de respetar, honrar y defender a nuestros símbolos; pero antes reconocerlo e identificarnos con su historia, ya que ensalzará nuestro espíritu. No es una afrenta manifestar, que en nuestro país falta aun reconstruir el verdadero valor de nuestra simbología, por lo que es natural comprender que no podemos pedir igual sentimiento a quienes ignoran su significado, desconocen la historia o considerar igual trato a lo que no nos sentimos identificados con ello.
No hay reglas definidas para calificar el respeto a nuestros símbolos, más aun cuando la historia nos muestra la contrariedad del significado. Por elemental conocimiento de nuestra historia, advertimos nuestro grandioso y milenario pasado, construido en el fragor de la lucha de nuestros héroes y en razón a ello, subvierte nuestro espíritu y colma de coraje, el continuar escuchando y cantando las notas falsificadas del himno nacional. Las letras oficiales no se ciñen a la verdad histórica del Perú; como tampoco, aceptaremos ser gobernados por la seuda constitución, símbolo del fraude y la corrupción. Somos consientes que estas cosas están mal, pero nadie tiene el coraje de hacer un alto a estos hechos de ignominia.
Para respetar y honrar a nuestros símbolos, debemos conocerla, identificarnos y sentirnos orgullosos. La fuente inspiradora representa la constitución; pero una constitución legitima, que encause bienestar y justicia para todos. ¡Eso es nuestro gran problema!. La “constitución” de 1993, ¿garantiza el crecimiento y la redistribución equitativa, la defensa irrestricta de los derechos humanos, la transparencia y lucha frontal contra la corrupción, el equilibrio de poderes y la adecuada representatividad, privilegia la identidad y respecto a nuestros recursos, etc.?. Evidentemente no. No era el ideal de sus mentores, como tampoco, es un referente para construir la cultura cívica en nuestros jóvenes.
La constitución es la suprema ley de nuestra patria. Es como el árbol frondoso en el que bajo su sombra los ciudadanos, vamos a vivir y soñar tranquilos. Representa la visión de país y la misión que los mandantes y mandados debemos cumplir. Es el instrumento para planificar nuestro desarrollo, reconociendo nuestra historia y revalorando sus recursos. Es el paradigma de la legalidad y de la justicia, la enseña de ciudadanía, al que debemos prodigarle nuestro más acendrado cariño.
Claro que, en la celebración de estas fiestas patrias hay sentimientos encontrados. La indecisión de enmendar estos hechos dificulta nuestro desarrollo, que si bien no es prioridad en la población, mancilla nuestro patriotismo. Añoramos un país superior para todos, con justicia social y redistribución, pero ello jamás será posible, mientras mantengamos vigente el documento de 1993, que privilegia el patrioterismo postizo y es el mensaje de los malhechores que lo diseñaron.
Isaac Laurencio Boza
E-mail: islwboza@hotmail.com
Blog: http://ilaurencioboza.blogspot.com
miércoles, 22 de octubre de 2008
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